Está pregunta ha sido difícil de responder desde que en junio de 2014 el Estado Islámico, inicialmente menospreciado olímpicamente por Obama, tomó la ciudad de Mosul, la segunda en importancia de Iraq después de la capital Bagdad. Una ciudad de más de un millón de habitantes donde no solo tomó control e impuso La Sharia, sino que además se preocupó de organizar las servicios mejorar vías y organizar una autoridad local en todos los órdenes.
Quedó claro que la creación del nuevo Califato en Mosul no era una estrategia terrorista puntual sino que se trataba efectivamente de reinstalar un Estado en los términos que prescribe Mahoma en el siglo VII. El crecimiento exponencial del Estado Islámico, sus múltiples franquicias en Asia, África, Medio Oriente y recientemente en el Cáucaso demuestran un fortalecimiento sistemático amplificado por la reciente toma de Ramadi y Palmira.
Pero intentar responder la pregunta inicial: ¿qué pretende hoy Estados Unidos de Medio Oriente?, sigue resultando un acertijo de variedad de probables respuestas, cada una más intrigante que la otra.
Los elementos con los que contamos para intentar dar una respuesta atraviesan por los indicadores explícitos que se han presentado los últimos meses. Por un lado está la nueva estrategia global de Obama que reniega del envío de tropas al extranjero y ha procurado su retorno a casa de donde estuvieren desplegadas en combate. Ha modificado su incidencia militar global al entrenamiento de combatientes locales, al uso de drones y a la dotación de armamento a sus aliados de coyuntura. Una causa para ello puede ser la impagable deuda pública de 18150 trillones de dólares que ha crecido en más de 3 billones de dólares cada día durante el gobierno de Obama. Otra causa innegable y evidente es la multipolaridad del poder global, la que ha provocado el resquebrajamiento de la hegemonía de las instituciones de post guerra que santifican la hegemonía norteamericana en el mundo, que para muchos ya ha derivado en el progresivo retiro de Estados Unidos del escenario global no solo en el plano militar, sino también en los planos financiero, institucional; y, por sobre todo, su representación como defensor de la Democracia como el mejor modelo político para alumbrar el futuro del planeta.
El eclipsamiento del imperio norteamericano viene acompañado de una serie de evidencias contundentes, solo para señalar algunas: La invasión rusa a Ucrania, la actual amenaza rusa sobre los estados bálticos, la guerra civil en Siria, la evolución hacia estados fracasados de los países invadidos como Libia e Iraq, la proliferación de conflictos atizados por grupos armados iraníes en Yemen, Palestina, Líbano y Jordania, la incapacidad de acción efectiva sobre el Estado Islámico, el acuerdo nuclear con Irán en términos vergonzosos, la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, la creación de islas y la imposición china en el Mar del Sur de China, el abandono del protectorado a sus aliados históricos como Israel y Arabia Saudita…. la lista puede seguir más y más extensa, por no hablar de la situación interna de Estados Unidos y la aguda pauperización de la clase media, el desempleo y de los servicios públicos.
Quienes como yo, que rondamos los 50 años de edad, hemos estado acostumbrados desde que tenemos uso de razón a mirar a USA hacer y deshacer a su conveniencia en el mundo, aún en tiempos de guerra fría, más aún estando en su patio trasero. Es de suponer que el estado de cosas actual se nos supone profundamente incomprensible y que cuesta redibujar el mapa global a la luz de estos hechos. Es difícil imaginarse unos Estados Unidos en retirada global, tratando de dedicar sus pocos recursos a sacar a flote la crítica condición interna.
Si aceptamos esta hipótesis como cierta, es decir, que Estados Unidos está más preocupado de solucionar sus conflictos internos que los globales porque su músculo económico se ha visto mermado grandemente y su modelo político ha entrado en crisis, quizás desde ese punto de vista sea posible una mejor comprensión de lo que Estados Unidos pretende de Medio Oriente.
Medio Oriente ha sido de gran importancia para Estados Unidos debido a la necesidad de garantizar un flujo de petróleo constante y a precios razonables para su industria y satisfacer el consumo nacional. ¿Qué sucede si esa necesidad desaparece?, ¿cuál es el nivel adecuado de involucramiento de Estados Unidos en los conflictos de Medio Oriente si ya no representa esa fuente estratégica? Allí es donde se empieza a encontrar congruencia entre la práctica norteamericana y sus intereses.
El hecho es que el fracking, el método de explotación de combustibles en los depósitos de esquisto, ya sea en forma de gas o hidrocarburo, ya es una realidad luego de décadas de que el petrolero George Mitchell venía bregando por encontrar una forma rentable de explotarlo. Esta explotación es complicada, altamente costosa y contaminante, debido a que se trata de fracturar inmensos depósitos de piedras que yacen a alrededor de 3 kilómetros bajo tierra, dichas piedras tienen mínimas rajaduras de menos de un milímetro de grosor en las cuales se aloja ya sea el gas o el hidrocarburo. Para poder explotarlas Mitchell diseñó un sistema de perforación horizontal que inyecta a presión gran cantidad de agua mezclada con químicos y arena, todo lo cual reduce a polvo las piedras y separa el combustible.
Estados Unidos tiene las reservas probadas más grandes de todo el planeta de esta fuente de explotación hidrocarburífera. Hoy Estados Unidos es potencialmente autónomo en la provisión de combustibles, por primera vez en su historia a roto esa dependencia que los hacía tan frágil y que condicionó durante décadas sus estrategias geopolíticas y sus alineamientos con otros países.
La principal limitación que enfrenta el fracking es que su costo de producción es de $ 65 dólares por barril de petróleo, es por esa razón que podemos estar seguros de que el precio del petróleo va a rondar entre 50 y 60 dólares por barril, a fin de desincentivar la explotación por fracking y así logra Medio Oriente mantener la demanda global de su petróleo. Por otro lado, a pesar de lo altamente contaminante para el medio ambiente que resulta el fracking, éste está reemplazando al carbón como fuente energética nacional en USA, lo cual tiene muchos adherentes, ya que los hidrocarburos arrojan menos contaminación al medio ambiente que el carbón.
Desde allí se puede comprender el pobre involucramiento norteamericano en los agudos conflictos de Medio Oriente y el norte de África, que están a punto de convertir a toda la región en una inmensa zona de guerra. De igual manera, y siendo un tanto especulador, se podría comprender que una y otra vez el Estado Islámico termine apoderándose de ingentes dotaciones militares norteamericanas una vez entregadas al ejército iraquí, la última de gran envergadura hace un par de meses en la caída de Ramadi a apenas 100 kilómetros de Bagdad y capital de la provincia de Anbar, que es donde se produjo el mayor número de bajas norteamericanas durante la invasión a Iraq. Es público que el principal equipamiento militar del Estado Islámico es norteamericano, desde la desbandada inicial del ejército iraquí.
Si este planteamiento es cierto, todo empieza tomar mayor coherencia: a Estados Unidos no le interesa la paz en Medio Oriente, pues ello jamás le permitiría extraer sus hidrocarburos mediante el costoso fracking y se vería sujeto a la dependencia de combustibles extranjeros.
Entonces, la pregunta inicial puede ya ser respondida: Estados Unidos quiere un Medio Oriente convulsionado, en guerra permanente que le permita explotar sus propios recursos hidrocarburíferos, reduciendo personal militar en zonas de combate, reduciendo bajas militares, reduciendo sus ingentes gastos militares y precautelando el crecimiento del altísimo déficit (la guerra con Iraq se seguirá pagando mediante bonos hasta el año 2053 por ejemplo), ganando autonomía energética y geopolítica, reduciendo la salida de capitales del país y quebrando la producción de carbón interna altamente contaminante.
Siguiendo con una línea especulativa, podríamos insertar en este marco explicativo el acuerdo nuclear con Irán, especialmente ese acuerdo tan malo para el mundo y tan ventajoso para Irán que le permitió violar las pautas iniciales mismas con las que fue concebido: enviar al exterior (Rusia) la mayor parte del uranio enriquecido y permitir visitas intempestivas de los inspectores nucleares. Ambas premisas fueron borradas de un plumazo: Irán mantendrá a su cargo el uranio enriquecido que posee y cualquier inspección requerirá de 25 días de aviso antes de que pongan su pies en territorio iraní los inspectores. Si alguien sospechaba que el acuerdo iba a ser malo, nadie pudo imaginarse que el acuerdo iba a ser una licencia para que Irán fabrique la bomba, tal y cual lo hizo Corea del Norte luego de engañar al mundo desde 1994 hasta 2002.
Entonces, si esta línea de análisis tiene sindéresis con la explicado, la luz verde a un Irán chiíta atómico, cosa absolutamente inviable para Arabia Saudita sunita y para Israel, es una provocación al conflicto nuclear en Medio Oriente, cosa muy altamente viable en el contexto actual. Una nueva pregunta: ¿por qué Estados Unidos podría desear esto? Simple y brutal: una exposición atómica tipo Chernobyl en la Península arábiga dejaría gran cantidad de yacimientos petroleros imposibilitados de ser explotados, viéndose mermada grandemente la producción petrolera global, lo que subiría los precios del petróleo a niveles exorbitantes y permitiría sentar grandes inversiones norteamericanas en el fracking de manera estable y segura desde la certeza de que nada va a cambiar los precios del petróleo súbitamente y esas inversiones van a ser rentables por décadas.
Claro, es apenas una especulación, pero creo que un escenario tan terrible amerita analizar quien se beneficia y quien pierde y sopesar las acciones ejecutadas hasta el momento hacia donde apuntan. Por otro lado, un gran perdedor de este escenario es China, la potencia económica llamada a desplazar a Estados Unidos del protagonismo global, dada su altísima dependencia de los hidrocarburos importados principalmente desde Medio Oriente..
Jorge Alvear
Sociólogo